viernes, 3 de octubre de 2008

Sobre el problema de la inseguridad en México.

En las últimas fechas se viene discutiendo a profundidad e problema de la inseguridad en México. A partir del secuestro y asesinato del joven Fernando Martí, pasando por los miles de muertos producto de la guerra entre cárteles de la droga y de éstos contra el gobierno, con la marcha “iluminemos México” y hasta llegar a los atentados narcoterroristas de Michoacán, el tema principal en los medios de comunicación masiva ha sido el de la violencia y la inseguridad.
No es para menos en un país en donde en el último año ha habido más asesinatos con violencia que en Irak. En este sentido toma principal relevancia la discusión de cuál debe ser el papel de la sociedad y cuáles las formas del combate a la violencia y la inseguridad.
Para poder resolver un problema de fondo hay que atacar la raíz del problema. En nuestro país se vive una violencia de Estado permanente en contra de toda la población a partir de medidas económicas que provocan que un alto porcentaje de la población mexicana viva en pobreza o pobreza extrema. Una de las mayores inseguridades que enfrenta la población es la inseguridad en el empleo, la ausencia de garantías de subsistencia que permitan aspirar a una vida digna.
En este escenario, según cifras del propio Secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, aproximadamente la mitad de la población económicamente activa se dedica al comercio informal. Más de 400 000 se calcula que cruzan las fronteras año con año para emigrar a los Estados Unidos en busca de una vida mejor. A esto habría que sumar que cada uno de ellos deja familias que van dependiendo poco a poco del envío de remesas como forma principal de subsistencia.
Partiendo de todo lo anterior es como podemos entender las causas fundamentales del auge de la delincuencia, sumando un gobierno profundamente corrupto que en muchos casos es aliado de las bandas delictivas que debería combatir. Es importante que no se piense que este artículo pretende hace la apología, ni siquiera la justificación de la delincuencia, pero insisto en que si un médico no diagnostica correctamente aquello que produce una enfermedad se ve incapacitado para curarla, por tanto es indispensable que entendamos bien las causas de la delincuencia en México si aspiramos a resolver realmente el problema.
¿Cuántos campesinos honestos han tenido que convertir sembradíos de maíz en terrenos para el cultivo de sustancias prohibidas? No sabes si el gobierno cuente con esa estadística pero tenemos la certeza de que son demasiados. Hoy en día cultivar alimento, ante la falta de políticas agropecuarias y con la firma de acuerdos multinacionales desventajosos, es un camino directo a la miseria, salvo en el caso de las grandes industrias transnacionales o caciques locales que tienen una infraestructura que les permite competir y evitar el coyotaje.
Si hoy en día un campesino cuenta con malas paga, si año con año sus cosechas dejan pérdidas económicas y de pronto aparece un narcotraficante que le ofrece ganancias a partir del cultivo de nuevo tipo de “plantas”, ¿cuál es la salida del campesino?, mantener la honestidad y morir de hambre o ser parte de un problema que hoy sale del control del Estado.
¿Qué hombre comete como primer delito un secuestro? No sé si alguno, pero de haberlos deben de ser muy pocos, la intromisión de un ser humano en el mundo delictivo es gradual y degenerativa, generalmente se inicia con delitos menores, ¿en cuántos de ellos la motivación es el hambre y la ausencia de empleos bien remunerados y formas decorosas de ganarse la vida? Probablemente en la mayoría. En muchos casos, familias de escasos recursos en donde ambos padres deben trabajar y aún así no tienen alternativas de desarrollo familiar, en donde los hijos crecen solos, al amparo de las calles y en ellas aprenden a subsistir… como sea. Generalmente se comete un primer delito menor y se va degenerando, o se cae en la cárcel que lejos de ser Centros de Readaptación Social, son universidades del delito en donde o se participa o no se sobrevive. Quien quiera sobrevivir adentro de una cárcel tiene que pagar o “rifarse el físico”. La mayoría de los que caen por delitos inducidos por la miseria, obviamente no tienen para pagar, así que solo queda…
Una vez adentro los contactos se desarrollan, las relaciones crecen, se aprenden nuevos delitos y trucos para no ser detenidos con tanta facilidad. Se gestan planes, a veces incluso se instrumentan desde adentro, y al salir, el joven que robo un retrovisor de un automóvil está listo para asaltar un banco, para secuestrar, para asesinar. De poco sirve a los que intentan tomar otro camino, conseguir un empleo antes de estar en la cárcel era casi imposible, al salir, la cosa es aún más complicada.
¿Es que sólo los pobres delinquen? Claro que no, muchos de los mayores delincuentes no tienen la necesidad económica como sustento, pero también encuentran sus raíces en la estructura social en que vivimos, donde todo tiene un precio, donde todo es una mercancía y donde los límites a la ambición material son mero conformismo. Donde incluso su acumulación “legal” de riqueza es un robo a sus trabajadores que si bien está protegido por la ley, cuenta con una profunda carga de inmoralidad.
Estos delincuentes son producto de la cultura de la impunidad, del aprendizaje sistemático de que “con dinero baila el poli (perdón, creo que originalmente era el perro)”, ellos de sobra saben que si son sorprendidos en la comisión de un delito difícilmente pisarán una cárcel mientras tengan para pagar su inocencia, y hay tantos momentos que se los permiten que difícilmente falla. Primero al momento de la detención, con policías mal pagados, peor adestrados y pesimamente elegidos, los cuales ya ven el pago por la libertad como los honorarios propios de su labor. En caso de encontrar algún policía no corrupto, o no tener dinero en el momento de la detención, siempre estará el buen amigo Ministerio Público, quien puede no ver pruebas si un buen billete le tapa los ojos. Posteriormente, si lo anterior no ha resultado esta el señor juez, los grandes abogados especialistas en sacar de la cárcel a culpables con dinero, las apelaciones, y en el muy improbable caso de que lo anterior no resultara, adentro de las cárceles mexicanas también sigue operando el mundo del dinero. Es inimaginable que quien lo tenga “haga fajina” o “coma rancho”. Para quien tiene dinero, adentro de la cárcel se pueden comprar protección y privilegios y si bien se puede extrañar la libertad, para ellos la cárcel son unas vacaciones con todos los servicios incluidos.
¿Por qué hoy en día alguien secuestra, viola y mutila a otro ser humano? Principalmente porque alguien le ha enseñado que en este mundo todo tiene un precio, la vida y la dignidad humana incluidas, y que en las negociaciones todo se vale, hasta la mutilación de un miembro. También porque hay una increíble desigualdad social, en donde existen personas que pueden pagar millones por un rescate mientras otros mueren por no tener $50 para comer. Son las crudas leyes del mercado, el mercado voraz y salvaje, la oferta y la demanda. Si hay quien puede pagar millones por la libertad y la vida humana, entonces la libertad y la vida humana son un buen negocio.
¿Es inmoral el secuestro, el robo, la violencia, el narcotráfico, la delincuencia en si? Si, pero, amigo lector, ¿es menos inmoral un sistema económico con millones de mexicanos en pobreza y pobreza extrema? Sito a continuación al comandante Fidel Castro Ruz, cuando en su histórica defensa conocida como “la Historia me absolverá” al caer preso en manos de la dictadura de Batista afirmó: “De tanta miseria sólo es posible liberarse con la muerte; y a eso sí los ayuda el Estado: a morir. El noventa por ciento de los niños del campo está devorado por parásitos que se les filtran desde la tierra por las uñas de los pies descalzos. La sociedad se conmueve ante la noticia del secuestro o el asesinato de una criatura, pero permanece criminalmente indiferente ante el asesinato en masa que se comete con tantos miles y miles de niños que mueren todos los años por falta de recursos, agonizando entre los estertores del dolor, y cuyos ojos inocentes, ya en ellos el brillo de la muerte, parecen mirar hacia lo infinito como pidiendo perdón para el egoísmo humano y que no caiga sobre los hombres la maldición de Dios”.
Hoy en día, los grandes empresarios viven alarmados ante los secuestros, pero ¿no es esa la sociedad que ellos crearon?, ¿no son cómplices de ellos al menos por su indiferencia, por su voracidad, por crear un mundo de esta naturaleza?
Del narcotráfico será importante hablar en un artículo específico, solo cabe mencionar a grandes rasgos que el Estado es parte de este negocio, y que la derrama económica que produce es parte de lo que permite paliar la terrible condición económica de nuestro pueblo. Sexenio tras sexenio el Estado elige a su “banda oficial de narcotraficantes” y se alía como vil sicario para quitar del camino a los competidores, de nuevo las leyes del mercado. Este gobierno, no queda duda si se hace un análisis riguroso de su actuación, es amigo del Chapo.
Si se quiere terminar de fondo con el problema, la respuesta es clara, despenalización y regulación del consumo. Pero entre sus socios en los cárteles, el gobierno de los Estados Unidos y los cárteles socios de este último, tienen claro que se les cae el negocio y que no conviene, así que, ¿qué son unos cuantos muertos?… para el gobierno, nada.
Si se quiere combatir la delincuencia se deben combatir sus causas sociales. Basta analizar la incidencia delictiva en Cuba por ejemplo, o su tasa de secuestros o de narcotráfico para entender que un país que ha combatido las causas sociales de la delincuencia, las condiciones endógenas que la generan, logra casi erradicarla, pues cuando todos tienen garantizadas por el Estado las condiciones que les permiten tener una vida digna, alimentación, salud, educación, vivienda, etc. no están dispuestos a arriesgarlas por las pingües ganancias que les garantizaría el mundo delictivo, aún a pesar de las grandes carencias que en esta enorme nación provoca el criminal bloqueo estadounidense.

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